El proceso de elaboración del vino es un fascinante viaje que comienza en el viñedo y culmina en las bodegas donde la alquimia de la fermentación, la decantación, el envejecimiento y finalmente el envasado conforman la metamorfosis de la uva en el exquisito néctar que conocemos como vino. Es una sucesión de procesos técnicos en los que la química juega un papel crucial.
La vendimia es el primer capítulo en este emocionante relato de transformación. Una vez las uvas han sido vendimiadas, es hora de llevarlas a la bodega. Aquí, los racimos se someten al proceso de despalillado, donde se retiran todos sus elementos no deseados, dejando únicamente la fruta.
El arte de estrujar y prensar
Después de despalillar, llega el momento de estrujar las uvas. Este paso es clave, pues es en este momento cuando los granos de uva liberan su jugo, conocido como mosto, un líquido dulce que será la base del vino. Para las variedades blancas, el siguiente paso es el prensado.
Sin embargo, en el caso de los vinos tintos, el prensado se alterna con el proceso de maceración. Este es un paso fundamental para liberar los taninos presentes en la uva, una serie de moléculas antioxidantes responsables de aportar la estructura y astringencia al vino.
La maceración se prolonga a lo largo de varios días en depósitos a temperatura controlada y, aunque es más común en los vinos tintos, algunas bodegas de Denominación de Origen como Rías Baixas también realizan este proceso en los vinos blancos.
En definitiva, se requiere de gran precisión para elaborar un buen vino. Desde el primer paso con la vendimia hasta el último con la liberación de los taninos, cada parte del proceso juega un papel fundamental en la calidad del producto final. Es realmente fascinante comprender lo que conlleva crear este producto que, por siglos, ha sido tan valorado a nivel mundial. La alquimia de la viticultura es, sin duda, un arte.
