El Tenuta di Arceno, un viñedo con un nombre etrusco que significa «punto de origen», encaja perfectamente en las idílicas colinas entre Siena y Florencia en la región del Chianti Classico. En estos suelos fértiles, la historia de la vitivinicultura y la agricultura se remonta a más de un milenio, pero es la reciente adquisición por parte de Jess Jackson y su esposa Barbara Banke en 1994 lo que ha dado una nueva orientación a la producción de la tenuta.
Arceno se extiende sobre mil hectáreas de tierra, de las cuales 90 se dedican al viñedo y 50 al cultivo del olivo. Las altitudes varían enormemente, de los 300 a los 650 metros, creando un paisaje de microclimas y suelos muy variados que contribuyen a la diversidad de los vinos producidos.
Seleccionando las uvas
La propiedad se centra en dos variedades principales: el sangiovese autóctono, que se encuentra en los vinos DOCG Chianti Classico, y las variedades bordolesas. Estos vinos varietalmente puros son producidos en micro-cru: viñedos subdivididos según el tipo de suelo. Este enfoque detallado y centrado en las parcelas individuales asegura que cada vino expresa su terroir único.
Arceno ha transitado desde las características tradicionales del Chianti – el Chianti Classico, la Riserva y la Gran Selezione – y ha adoptado también variedades internacionales, con estos vinos presentados como IGT Toscana. Estos incluyen el Fauno, un corte de Merlot, Cabernet y Petit Verdot, y el Arcanum, un 100% Cabernet Franc, que agregan a su paleta un toque de la Nueva Mundo.
Un futuro sostenible
Barbara Banke, al mando de la propiedad desde la muerte de su esposo en 2011, considera que el objetivo principal es mantenerse fiel a la visión del proyecto, construyendo un patrimonio agrícola para las generaciones futuras. Como parte de esta filosofía, los empleados a todos los niveles del proceso de producción se sienten plenamente integrados en el proyecto.
El modelo inclusivo que Banke ha cultivado ha ayudado a mantener a Arceno en los primeros planos de la vitivinicultura italiana, a pesar de la competencia en una región ya repleta de productores de fama mundial. La Tenuta, sin duda, se ha convertido en una joya de Chianti, enraizada en la historia de la zona y al mismo tiempo pionera en la vitivinicultura del futuro.