Hablar de Bodegas Jiménez-Landi es adentrarse en siglos de historia, tradición y amor por la tierra. Aunque el proyecto tal y como lo conocemos hoy se fundó en 2004, su esencia tiene raíces que se remontan al siglo XVI, cuando sus antepasados ya elaboraban vino en una vieja cueva. “En nuestra familia siempre hemos tenido tradición vitivinícola”, explica José Jiménez Landi, el alma detrás de este proyecto, quien decidió hace dos décadas reestructurar el viñedo y acondicionar la bodega para dar un salto cualitativo. Ese cambio marcó el inicio de una nueva era para los vinos de garnacha de la Sierra de Gredos, transformándolos en auténticas joyas enológicas.
La singularidad de la Sierra de Gredos: viñedos que cuentan historias
La Sierra de Gredos es mucho más que un paisaje imponente; es un terruño único que dota de carácter a los vinos de Jiménez-Landi. “La principal característica de la zona son los suelos arenosos graníticos”, explica José. Estas tierras, donde prosperan viñas viejas de entre 50 y 90 años, son responsables de la frescura y fluidez que distinguen a sus vinos. Además, las características climatológicas y las orientaciones de las parcelas convierten cada botella en un reflejo auténtico del entorno. “Hay pocas zonas en España que reúnan estas peculiaridades”, añade, destacando la exclusividad de la región.
Artesanía y pasión: la filosofía de una bodega que respeta sus raíces
En un mercado donde la tecnología suele ser la protagonista, Bodegas Jiménez-Landi opta por un camino diferente: el de la artesanía y la tradición. “Somos artesanos y trabajamos desde el respeto a la uva y al viñedo”, enfatiza José, quien considera que las bodegas pequeñas deben apostar por procesos tradicionales y elaboraciones que reflejen pasión y experiencia. Para él, la tecnología tiene cabida en la gestión administrativa, pero no en la producción: “La tecnología no es compatible con esta filosofía de trabajo. El vino es creatividad, es pasión, es artesanía. Eso no lo puede replicar una máquina”.
Con esta mentalidad, cada botella de Jiménez-Landi se convierte en un testimonio del respeto por el viñedo y el amor por los detalles. “Lo asemejo al mundo de los Stradivarius, donde cada pieza es única y lleva el sello de quien la crea”, compara, dejando claro que en su bodega, la calidad está por encima de cualquier atajo tecnológico.

Sostenibilidad: vivir en armonía con la naturaleza
El compromiso de Bodegas Jiménez-Landi con el medio ambiente es inquebrantable. “El vino es una consecuencia de la naturaleza. Si manipulas la naturaleza, manipulas el vino”, afirma José con convicción. Bajo esta filosofía, trabajan sus viñedos utilizando agricultura ecológica y biodinámica, sistemas que respetan los ciclos naturales y fomentan la biodiversidad. “La gran belleza de este sector radica en la creatividad y en la influencia de la naturaleza en el producto. No debemos intervenir más de lo necesario”, sentencia.
Este enfoque también responde a la necesidad de adaptarse al cambio climático, un desafío que enfrentan buscando equilibrio en sus viñedos. “Estamos trabajando cada vez más en la sierra, en viñedos en altura, y utilizamos tratamientos biodinámicos y fitoterapia para ayudar a las plantas a adaptarse”, comparte José.
Un modelo de negocio basado en la calidad y las relaciones humanas
En un sector dominado por grandes bodegas con presupuestos multimillonarios para marketing, ¿cómo puede una pequeña bodega como Jiménez-Landi destacar? La respuesta es clara: calidad y cercanía. “El único modo de diferenciarnos es desde el producto y desde la vinculación de este a las personas”, explica José. Con una producción anual de apenas 20,000 a 25,000 botellas, el foco está en mantener relaciones estrechas con distribuidores, sumilleres y clientes particulares. “Nuestro posicionamiento lo dan los vinos y las personas que confían en nosotros”, subraya.
Dominio de Adrada: una visión fresca de la Ribera del Duero
El futuro de Jiménez-Landi no se limita a la Sierra de Gredos. En 2022, lanzaron un proyecto paralelo en la Ribera del Duero llamado Dominio de Adrada, una bodega que verá la luz este año. “Es un proyecto muy pequeño, de apenas 15,000 botellas, pero lleno de personalidad”, describe José, quien ve en este nuevo desafío la oportunidad de aportar frescura y singularidad a una región ya consolidada. Los vinos de Dominio de Adrada, elaborados a partir de viñedos viejos en las zonas más altas de Burgos, prometen reflejar la misma pasión y creatividad que caracteriza a Jiménez-Landi.
Y esto no es todo: José también tiene la vista puesta en Galicia y Portugal, regiones donde espera explorar el mundo de los vinos blancos. “Me encantaría llegar a construir un pequeño grupo de 3 o 4 bodegas, todas muy pequeñas, que presenten vinos singulares y especiales”, confiesa, dejando claro que la expansión no es una cuestión de volumen, sino de calidad.

Innovación con propósito: la gestión al servicio de la artesanía
Aunque la innovación tecnológica no tiene cabida en la producción, sí lo hace en la gestión. “Las aplicaciones como Holded o Innovint nos permiten ser más eficientes y controlar nuestras bodegas con un clic”, explica José. Sin embargo, insiste en que estas herramientas jamás podrán sustituir la pasión y la creatividad que definen a una bodega artesanal. “La tecnología puede ayudar en logística o finanzas, pero nunca en la elaboración de un gran vino”, afirma.
Mirando hacia 2025: nuevos retos y metas claras
El año 2025 será clave para Bodegas Jiménez-Landi. La presentación de los vinos de Dominio de Adrada promete ser un hito, al igual que la continuidad del trabajo en Gredos con un único objetivo: seguir luchando por la calidad y la excelencia. “Quiero que cada botella sea una obra de arte que refleje nuestra filosofía de vida”, concluye José.