Reflexionar sobre Alba en 1944, cuando estuvo bajo el dominio partisano durante veintitrés días, nos conduce a considerar cuán distinto es el paisaje actual de las Langhe, en Piemonte, sumamente distinto al retrato dibujado por Beppe Fenoglio en su memorable relato. El cambio del paisaje no sólo se refiere a aspectos geográficos o naturales. También engloba el panorama humano, palpitante y vivo, que ha evolucionado a la par del territorio.
La Historia en los Viñedos
Bajo el sol y a la sombra de un almendro, los hermanos Giulio y Sergio Abrigo son ejemplo perfecto de esta transformación. Orgullosos custodios de las historias familiares y del legado vinícola, los Abrigo, administran conjuntamente con sus padres la tradicional empresa familiar que lleva el nombre de su abuelo Giovanni, en Diano d’Alba. Sucede que cada copa de vino esconden un relato, ese que habla de las raíces, el inicio y los viñedos de antaño. Aquel que habla de la pasión y la terquedad que caracteriza a los de la región, que valoran enormemente sus terrenos y luchan por su preservación.
La marca de los Abrigo se refleja en sus quince hectáreas de viñedos, donde trabajan cinco variedades distintas. Sinatra ellas, la arneis y el favorito para los blancos; y el dolcetto, el nebbiolo y el Ravera de Novello para los tintos. Además, mantienen once hectáreas de avellanos, reafirmando su compromiso con la preservación de la flora y fauna local.
La bodega familiar continúa respetando la tradición, vinificando principalmente en acero. Además, utilizan cemento para el dolcetto Garabei y para la Barbera d’Alba, un mixto de madera media y madera grande para el nebo d’Alba y Barolo Ravera. Las paredes de ladrillo de la bodega hablan de aquella otra época, cuando el piamonte fue uno de los mayores productores de ladrillo. Sin embargo, el cambio es siempre bienvenido, y ahora la bodega resplandece tras renovaciones que no han alterado su esencia originaria.
A poco más de diez kilómetros de Diano d’Alba, exactamente en Castiglione Falletto, está la bodega de la familia Monchiero. Allí, las diez hectáreas de viñedos están divididas entre blanco y tinto, y la familia ha apostado por una diversificación vinícola, con diversos lotes en varias zonas y un fuerte enfoque en el comercio exterior.
A la salida de la bodega, se erige el majestuoso Castillo de Serralunga d’Alba, uno de los más bellos de las Langhe, cuya específica arquitectura militar trompe l’oeil aseguraba la defensa de estas tierras. Inspirador en su enigma, parece un gentil reflejo de las historias y personas que habitan esta región, siempre cambiante y, al mismo tiempo, profundamente arraigada en su origen.