En el corazón de Castilla-La Mancha, en el tranquilo pueblo de Ledaña, se encuentra un ejemplo vivo de cómo la tradición y la innovación pueden unirse para crear algo extraordinario. La Bodega La Niña de Cuenca y Viñedos Propios, liderada por Lorenzo y su familia, es el resultado de una apuesta decidida por mantener vivos los viñedos heredados de sus antepasados, llevando la pasión por el vino a un nivel completamente nuevo.
Con prácticas sostenibles, una filosofía de enología minimalista y un profundo respeto por la tierra, esta bodega familiar ha logrado hacerse un nombre en el competitivo mundo del vino. Pero su historia, como sus vinos, es mucho más que una simple receta de éxito; es un testimonio del poder del esfuerzo, la creatividad y la visión de futuro.
El inicio de una aventura vinícola
La historia de esta bodega comienza en 2016, cuando Lorenzo y su familia heredan los viñedos viejos de sus padres. Hasta ese momento, las uvas de estos viñedos se vendían a una cooperativa local para elaborar vino a granel. Sin embargo, las bajas producciones de las cepas hacían insostenible continuar con este modelo. “La única manera de preservar el legado familiar era transformar esas uvas en vino y embotellarlo”, explica Lorenzo.
Fue así como nació la primera generación de la familia en dedicarse a la vinificación. Sin experiencia previa, asumieron el desafío de aprender, experimentar y, sobre todo, trabajar duro para producir vinos que reflejaran la singularidad de su tierra.
Viñedos que cuentan historias
Los viñedos de La Niña de Cuenca son su mayor tesoro. Con edades que oscilan entre los 40 años y casi un siglo, estas plantas son un legado vivo de generaciones de viticultores. «Trabajamos principalmente con variedades autóctonas como la bobal y la albilla de Manchuela», detalla Lorenzo, resaltando cómo estas cepas han demostrado ser las más adaptadas a las condiciones climáticas y del suelo de la región.
Además, la bodega ha comenzado a explorar el potencial de otras variedades locales menos conocidas, como la moravia agria y el pardillo, mediante microvinificaciones experimentales. Este enfoque no solo enriquece su portafolio, sino que también abre nuevas posibilidades para el futuro del vino en Manchuela.
La enología minimalista como filosofía
A diferencia de muchas bodegas que apuestan por la tecnología avanzada, en La Niña de Cuenca han adoptado una filosofía radicalmente diferente: la enología minimalista. “Nos gusta considerarnos más agricultores que bodegueros. La mayor parte del trabajo se realiza en el viñedo”, señala Lorenzo.
En la bodega, los procesos son completamente artesanales. No utilizan barricas de madera, sino tinajas de barro, un material inerte que permite una microoxigenación controlada sin añadir aromas ni sabores ajenos al vino. Este enfoque garantiza que cada botella refleje la fruta, la variedad y las características únicas de cada añada. “Queremos que nuestros vinos sean un espejo fiel de lo que sucede en el viñedo”, afirma.

Un compromiso firme con la sostenibilidad
Desde sus inicios, la bodega ha estado certificada como ecológica, un principio que, según Lorenzo, es «innegociable». Este compromiso se traduce en prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente y en el uso de variedades autóctonas, que requieren menos intervención química gracias a su adaptación natural al entorno. “La sostenibilidad no es solo una obligación ética; también es una ventaja competitiva”, asegura.
Estrategias para destacar en un mercado competitivo
En un sector tan saturado como el vitivinícola, la calidad es el principal diferenciador para La Niña de Cuenca. «Nuestros vinos son exclusivos porque provienen de variedades únicas y de viñedos viejos que cuentan una historia», explica Lorenzo. A esto se suma una cuidada presentación y una estrategia comercial basada en el trabajo constante y el contacto directo con los consumidores.
Planes para el futuro: más allá del presente
El futuro de la bodega está lleno de proyectos emocionantes. Una de las metas más ambiciosas es la construcción de una nueva bodega, que sustituirá las antiguas naves de cultivo de champiñón que actualmente utilizan. Este nuevo espacio no solo mejorará la eficiencia operativa, sino que también permitirá expandir la oferta de enoturismo, creando un punto de encuentro donde los visitantes puedan sumergirse en el mundo del vino. “Queremos que la gente venga a Ledaña y experimente de primera mano la magia de nuestros vinos”, comenta Lorenzo.
Enfrentando el cambio climático con innovación
Conscientes de los desafíos que plantea el cambio climático, la bodega está participando en el proyecto Biovidman, en colaboración con el Instituto del Vino de Castilla-La Mancha y otras entidades. Este estudio busca identificar variedades autóctonas minoritarias que sean más resistentes a las nuevas condiciones climáticas. “Es un proyecto a largo plazo, pero creemos que es esencial para asegurar el futuro del vino en nuestra región”, explica Lorenzo.
Entre las variedades estudiadas se encuentran uvas como la sanguina, la montonera del Casar y la maquías, algunas de las cuales son prácticamente desconocidas. Estas investigaciones podrían abrir nuevas puertas para la viticultura en Manchuela, ofreciendo vinos únicos y adaptados a las condiciones del siglo XXI.
2025: Un año para crecer y consolidarse
Con la mirada puesta en 2025, la bodega se plantea varios objetivos ambiciosos: penetrar en nuevos mercados internacionales, realizar nuevas plantaciones y avanzar en la búsqueda de terrenos para su futura bodega. Sin embargo, Lorenzo enfatiza que no pierden de vista la importancia de disfrutar el día a día. “Cada añada es una nueva aventura, y eso es lo que nos mantiene apasionados”, confiesa.
Un modelo a seguir en la viticultura española
La historia de La Niña de Cuenca y Viñedos Propios es un ejemplo inspirador de cómo la pasión, el esfuerzo y la innovación pueden transformar un legado familiar en un proyecto de éxito. Con su compromiso con la sostenibilidad, su respeto por las tradiciones y su mirada hacia el futuro, esta bodega está ayudando a redefinir el papel de la viticultura en España.
¿Estás listo para descubrir el sabor de Manchuela en una copa?
La próxima vez que busques un vino auténtico, artesanal y lleno de carácter, recuerda el nombre de La Niña de Cuenca. Cada botella es un viaje a través de la historia, la tierra y la pasión de una familia que ha decidido transformar su legado en una obra maestra vinícola.