En el corazón de la Ribera del Duero, Viñedos Alonso del Yerro no solo produce vinos de calidad excepcional, sino que cuenta una historia de amor, familia y compromiso con la tierra. Fundada en 2002 por María del Yerro y su esposo, esta bodega nació de un sueño: crear vinos que fueran un referente de la región y dejar un legado para sus hijos y nietos.
“Es la historia de un sueño que decidimos hacer realidad cuando compramos 26 hectáreas de tempranillo en Roa”, explica María del Yerro. Aunque originarios de Madrid, su pasión por el vino nació en Logroño, donde vivieron varios años. “Allí aprendimos a amar las viñas y los vinos, y supimos que algún día haríamos algo nuestro”.
Viñedos que reflejan la esencia de la tierra
Desde sus inicios, la bodega ha destacado por un respeto absoluto hacia sus viñedos. “Trabajamos exclusivamente con tempranillo y diferenciamos por tipos de suelo”, detalla María. Durante los primeros años, un exhaustivo análisis de sus parcelas permitió identificar las características únicas de cada una de ellas. “De nuestras cuatro parcelas iniciales, divididas en 32 pequeñas, nacen nuestros vinos: Alonso del Yerro, elaborado con 30 parcelas, y María, que proviene exclusivamente de las dos más particulares, El Circo y Violeta”.
En 2007, la bodega amplió horizontes adquiriendo casi nueve hectáreas en Toro, con cepas centenarias de Tinta de Toro. “De allí sale nuestro vino Paydos, una producción limitada de no más de 6.000 botellas al año, que cuidamos como si fuera un jardín”.
Calidad basada en la mínima intervención
En un sector cada vez más dominado por la tecnología, Alonso del Yerro apuesta por un enfoque tradicional. “No utilizamos tecnologías innovadoras, creemos en la mínima intervención. Para nosotros, un gran vino nace de una gran viña”, asegura María.
Este respeto por el viñedo se extiende a su compromiso con el medio ambiente. “No usamos herbicidas ni pesticidas, aplicamos tratamientos biodinámicos y utilizamos compost propio. Además, hemos plantado árboles y arbustos para enriquecer el ecosistema”, comenta. La sostenibilidad no es solo una filosofía, es una responsabilidad que guía cada decisión en la bodega.

Reconocimiento y estrategia en un mercado competitivo
Desde su primera añada en 2003, los vinos de Alonso del Yerro han sido ampliamente reconocidos, posicionándose entre los mejores de la Ribera del Duero. “Trabajamos con los mejores distribuidores e importadores, que han confiado en nosotros desde el principio”, explica María. Además, desde 2010 forman parte de la Asociación Grandes Pagos de España, una plataforma clave para difundir la diversidad de los vinos de “terroir” del país.
A pesar de la competencia, la bodega exporta el 50% de su producción y continúa buscando nuevos mercados. “Queremos llegar a países donde aún no estamos presentes y ampliar nuestra red de embajadores en España. No se trata solo de vender vino, sino de contar nuestra historia y compartir nuestra filosofía”, destaca.
Desafíos frente al cambio climático
El cambio climático es uno de los mayores retos para el sector vitivinícola, y Alonso del Yerro no es la excepción. “Estamos investigando cómo adaptarnos a la escasez de agua, ya que no tenemos riego. Probamos técnicas en parcelas pequeñas para evaluar su eficacia antes de aplicarlas en toda la finca”, explica María.
Un futuro prometedor y lleno de sueños
Más allá de producir vino, la bodega se ha convertido en un destino clave para el enoturismo. “Estamos a solo hora y media de Madrid, y cada año recibimos más visitantes, especialmente extranjeros. Esto nos permite crear una red de embajadores que crece exponencialmente”, afirma.
Aunque su principal objetivo es consolidar su proyecto actual, María confiesa que los sueños nunca faltan. “Queremos que nuestros vinos lleguen a más personas y que sean apreciados por todos, desde los conocedores hasta los jóvenes que empiezan a interesarse por el vino. Es parte de nuestra cultura, y queremos contribuir a que así se perciba”.
Con pasión, dedicación y una visión clara, Viñedos Alonso del Yerro sigue marcando la pauta en el mundo del vino, demostrando que detrás de cada botella hay una historia que merece ser contada.