Bulgaria, con una rica historia vitivinícola que se remonta a hace más de 7.000 años, presenta un entorno propicio para la producción de vino. Este país balcánico ha enfrentado innumerables desafíos políticos y económicos que han moldeado su panorama vitivinícola actual, marcando un camino lleno de altibajos. En este contexto, resulta esencial comprender las transformaciones sufridas en la industria del vino, especialmente a partir de su adhesión a la Unión Europea en 2007.
La Historia y Evolución del Vino en Bulgaria
Durante la era soviética, Bulgaria destacaba como uno de los principales proveedores de vino a Europa, especialmente al Reino Unido, donde las marcas búlgaras, como el Cabernet Sauvignon, se convirtieron en un referente. Sin embargo, con la apertura de fronteras y privatización de viñedos, muchos de ellos quedaron abandonados, provocando un gran descenso en las exportaciones. En la década de 1990, las ventas de vino búlgaro cayeron drásticamente; en comparación, en los años 80, el país exportaba más de 2 millones de cajas anuales al Reino Unido.
Desde entonces, el sector ha ido recuperándose lentamente. Actualmente, Bulgaria cuenta con alrededor de 60.000 hectáreas de viñedos y más de 300 bodegas. En este tiempo, el país ha logrado revitalizar algunas de sus variedades autóctonas, destacando entre ellas el Mavrud y el Rubin, que compiten con las variedades internacionales, que representan aproximadamente el 70% de la producción.
En el marco actual, es importante mencionar que Bulgaria cuenta con dos indicaciones geográficas protegidas (PGI): las Llanuras Tracias y las Llanuras del Danubio, aunque abarcan gran diversidad de terroirs. Aún así, hay 52 denominaciones de origen protegidas (PDO), lo cual es bastante elevado para una nación de su tamaño. Este complejo entramado de orígenes vinícolas requiere una mayor claridad en cuanto a la identificación de sus características específicas.
El futuro de la viticultura búlgara parece prometedor, especialmente si se canalizan los esfuerzos hacia la recuperación de sus viñedos históricos y la promoción de sus variedades autóctonas. Con un potencial significativo y un mercado global ávido de novedades, Bulgaria podría estar al borde de una nueva era dorada en la producción de vino.