El vino de Madeira: una tradición centenaria en evolución
El vino de Madeira, originario de la isla portuguesa con el mismo nombre, ha sido durante siglos un pilar en la viticultura mundial. Fundado en 1425, su desarrollo ha atravesado numerosas transformaciones que han hecho de este vino fortificado un referente en el mercado global. En la actualidad, una de las figuras más destacadas es Ricardo Freitas, un productor de la tercera generación de la familia Barbeito, conocida por sus vinos de excepcional calidad. Su enfoque ha sido clave para revitalizar la imagen de Madeira como un vino de lujo.
Un legado vinícola afectado por el tiempo
Históricamente, el vino de Madeira comenzó siendo un vino no fortificado, aunque las adiciones de aguardiente se iniciaron en el siglo XVIII. Esto contribuyó a su popularidad, especialmente en Estados Unidos, donde representó el 75% del vino consumido en la segunda mitad de ese siglo. Sin embargo, entre las décadas de 1940 y 1970, Madeira sufrió una grave crisis. Se asoció con vinos de mesa de baja calidad, lo que dañó su prestigio. En este contexto, Barbeito decidió descontinuar el comercio de vino a granel en 2001, centrándose en la producción de vinos de alta gama como estrategia para recuperar su imagen.
Ricardo Freitas realizó una serie de cambios significativos en los procesos de producción, incluyendo la eliminación de la adición de caramelo a sus vinos, un movimiento que tomó cinco años de convencimiento a su madre. Este impulso hacia la calidad ha llevado a Barbeito a tener un stock de alrededor de 1.2 millones de litros, de los cuales vende entre 180.000 y 190.000 litros anualmente.
En la actualidad, los vinos de Madeira se clasifican en distintas categorías de calidad que reflejan las condiciones particulares de cada zona de la isla, diferenciando entre los vinos producidos en el norte y el sur. Este enfoque en la calidad y la autenticidad ha hecho que el vino de Madeira esté teniendo un resurgimiento notable en el mercado internacional, ganando a nuevos consumidores de menor edad, lo que pronostica un futuro prometedor para esta tradición vinícola.