El preocupante consumo de alcohol en Europa y cómo este afecta la salud pública es una realidad que no puede ser ignorada. Europa es el continente con el mayor consumo de alcohol por persona del mundo, con España y otros países europeos cercanos que llegan a consumir más del doble que la media mundial. Según cifras de la OMS, el consumo de alcohol se reconoce como el tercer factor de riesgo de mortalidad, reportando unos escalofriantes 300.000 fallecimientos anuales[1] asociados con su consumo.
Hábitos cambiantes, riesgos persistentes
A pesar de la eliminación de antiguos mitos y una mayor concienciación sobre los riesgos para la salud que conlleva el consumo de alcohol, los índices de consumo en general no han descendido. Sin embargo, los hábitos y patrones de consumo han sufrido ciertas modificaciones. Con una larga tradición vinícola a sus espaldas, podría sorprender que en España el vino no es la principal bebida alcohólica consumida[2].
Un reciente estudio publicado en la revista Addiction, analiza los patrones de consumo de alcohol en Europa desde el año 2000 hasta 2019, y distingue hasta seis patrones distintos. Resulta interesante destacar que aquellas naciones con una histórica inclinación por el vino, como Francia, Italia, Portugal, Grecia y Suecia, tienden a consumir menos bebidas alcohólicas en general.
Por otro lado, se identifica un grupo de países consumidores principalmente de cerveza, entre los cuales se encuentra, además de España, Austria, Bélgica, Dinamarca, Alemania y otros. Estos países presentan un consumo de cerveza claramente elevado, pero uno relativo bajo en cuanto al consumo de bebidas espirituosas.
Finalmente, se distingue un grupo de países como Estonia, Letonia y Lituania que son consumidores de alcohol generalizado. A pesar de un consumo elevado de cerveza y bebidas espirituosas, no se caracterizan por un consumo excesivo y se perfila una notable ausencia del vino.
Por supuesto, el consumo de alcohol no se encuentra exento de repercusiones para la salud. Se ha documentado una clara asociación entre los patrones de consumo de alcohol y los perjuicios para la salud en años de vida ajustados por discapacidad (los años de vida perdidos debido a mala salud, discapacidad o muerte prematura).
Aunque históricamente se ha propagado el concepto de «consumo moderado de alcohol» como una práctica inofensiva, la voz unánime de la ciencia advierte que no existe un consumo seguro de alcohol. Inclusive consumos bajos y moderados se han vinculado con problemas de salud graves como hipertensión arterial e infartos de corazón, incluso en jóvenes.
De este modo, la erradicación de patrones de consumo de alcohol peligrosos en Europa representa un reto de carácter cultural y sanitario. Por ello, los expertos urgen a encontrar alternativas eficaces para modificar los hábitos de aquellas poblaciones cuyos índices morbimortalidad se encuentran fuertemente asociados a su consumo de alcohol.