El aroma del vino y la alegría de la cosecha inundan Cataluña. Mientras los últimos racimos se transforman en mosto, cuatro pueblos emblemáticos —Sant Sadurní d’Anoia, Artés, Sitges y Perelada— celebran el cierre de la vendimia con música, tradición y un brindis compartido.
De norte a sur, el país se convierte en una gran bodega abierta. Entre copas de cava, pisadas de uva y ferias gastronómicas, la vendimia se despide, dejando tras de sí el sabor del trabajo bien hecho y el orgullo de una tierra que sigue viva.
Sant Sadurní d’Anoia: el corazón espumoso del Penedès
En el Penedès, la capital del cava brilla con burbujas y entusiasmo. Sant Sadurní d’Anoia celebra la 29.ª edición del Cavatast, una feria que reúne a más de veinte bodegas y miles de visitantes en torno a un mismo ritual: brindar. Durante tres días, las calles del municipio se llenan de copas Riedel, tapas gourmet y conversaciones animadas bajo el sol otoñal.
El ambiente es eléctrico. Las carpas del Cavatast ofrecen más de 90 referencias de cava y vino espumoso, acompañadas de platos que maridan a la perfección: embutidos, quesos, arroces y dulces de autor. Con cada cata, los visitantes descubren nuevas notas y matices, guiados por sommeliers que explican con pasión la historia que encierra cada botella.
A pocos metros, las bodegas abren sus puertas con visitas guiadas y talleres. El bus lanzadera gratuito conecta la estación de tren con el recinto ferial, garantizando que nadie se pierda la fiesta. Entre brindis y risas, el sonido de los corchos estallando marca el pulso del pueblo. “Aquí la vendimia no termina, se transforma en celebración”, comenta un productor local, mientras ofrece una copa dorada de cava recién degollado.
Artés: la esencia rural del vino del Bages
A menos de una hora de allí, Artés se convierte en el epicentro de la Festa de la Verema del Bages, una cita que combina vino, historia y paisaje. Este pequeño municipio, rodeado de viñedos ondulados, acoge cada año a productores, vecinos y visitantes que celebran el vino con un profundo sentido de comunidad.
La plaza mayor se llena de puestos, música en vivo y aromas de uva fermentada. Las bodegas de la DO Pla de Bages muestran con orgullo sus elaboraciones, fruto de suelos calcáreos y cepas resistentes. Quienes participan en las actividades descubren un territorio con alma: visitas guiadas a viñedos centenarios, caminatas entre barricas y la ya tradicional “Nocturna Vinum”, una experiencia sensorial bajo las estrellas.
Más allá de las copas, la fiesta de Artés tiene un fuerte componente patrimonial. Hay exposiciones de herramientas antiguas, charlas sobre viticultura sostenible y presentaciones de libros sobre el legado vinícola del Bages. En cada esquina se respira autenticidad. Como resume un viticultor veterano: “Nuestro vino no busca ser perfecto, sino contar quiénes somos”.
Sitges: tradición marinera con aroma a uva
En la costa del Garraf, Sitges celebra su 64.ª Festa de la Verema, un encuentro donde el vino y el mar se dan la mano. Durante todo el fin de semana, el paseo marítimo se transforma en un escaparate de vinos locales, gastronomía y cultura popular. Bajo el sol de octubre, la Mostra de Vins reúne a bodegas de toda la comarca en un ambiente elegante y mediterráneo.
El viernes por la noche se inaugura el Espai Torres & Earth, dedicado a la sostenibilidad y a la preservación del paisaje. Luego llega uno de los momentos más esperados: el Pregó de la Verema, pronunciado este año por Jordi Cubillos i Almiñana en el histórico Racó de la Calma, frente al mar. Con un tono emotivo, el pregonero recuerda que “cada racimo es una promesa, y cada botella, una historia que fermenta entre generaciones”.
El domingo por la mañana, la Plaça del Baluard acoge el prensado del primer mosto, seguido de la ofrenda en la iglesia de Sant Bartomeu y Santa Tecla. A mediodía, el público vibra con el concurso de pisado de uva, una tradición que cumple ya 46 ediciones. El acto culmina con el pesaje de la Pubilla y el Hereu, convertidos simbólicamente en vino. Al caer la tarde, las habaneras del Grup Xató y el tradicional Cremat con brandy Torres 10 ponen el broche de oro a una jornada en la que Sitges reafirma su espíritu festivo y marinero.
Perelada: vinos, cultura y familia en el Empordà
Al norte, en el Alt Empordà, la vendimia se celebra entre castillos, viñedos y música. Perelada acoge su festival enogastronómico “Aires de Verema”, una jornada pensada para disfrutar en familia. Desde las diez de la mañana, los jardines de la bodega se llenan de aromas, risas y brindis.
Los visitantes pueden participar en catas interactivas, juegos sensoriales y actividades educativas como “Ende(vi)na”, un reto para descubrir los aromas del vino. También hay un market de productos locales, zona infantil y conciertos al aire libre. Por 10 euros, los adultos reciben una copa y una cata; los más pequeños, un vaso conmemorativo y acceso a actividades diseñadas para ellos.
El espíritu del Empordà se respira en cada detalle. El paisaje, con el castillo de Perelada como fondo, se convierte en un escenario donde tradición y modernidad conviven. Las familias se sientan bajo los árboles, los músicos improvisan, y los aromas de pan con tomate, queso y vino tinto llenan el aire. La vendimia, aquí, es un homenaje a la vida compartida.
Un brindis compartido: la vendimia como hilo de unión
Cada otoño, cuando el sol empieza a bajar sobre los viñedos, Cataluña entera levanta su copa. De Sant Sadurní a Perelada, la vendimia no es solo un momento agrícola: es una expresión de identidad. Une territorios, generaciones y maneras de entender el vino.
Las fiestas de este año lo demuestran. En cada rincón, el vino actúa como un lenguaje común: el de la tierra agradecida. Las copas chocan, las risas llenan las plazas y los pueblos se convierten en escenarios de alegría colectiva. Quienes participan en estas celebraciones no solo degustan un producto, sino una historia que se renueva cada año.
La vendimia termina, pero su espíritu queda. Las bodegas vuelven al silencio, las uvas fermentan lentamente y el vino comienza su viaje hacia la madurez. Sin embargo, el recuerdo de estos días —la música, los abrazos, los brindis— permanecerá hasta la próxima cosecha.