En un rincón de Carabanchel, un distrito cargado de historia en Madrid, un grupo de tres jóvenes ha decidido desafiar la precariedad laboral y revivir un clásico de la hostelería: La Capa. Este bar, que parecía perdido entre los ecos de su pasado, ha renacido gracias a Arturo Romera, Antonio Tapia y Martin Phillipe See, quienes con esfuerzo y pasión han transformado el espacio en un símbolo de autenticidad y resistencia frente a las adversidades del sector.
Un proyecto con alma y esfuerzo colectivo
La historia de La Capa es la de tres amigos que, hartos de condiciones laborales difíciles, decidieron invertir 10.000 euros cada uno para darle un giro a sus vidas. Sin un plan de negocio elaborado, pero con una visión clara, los nuevos propietarios pusieron manos a la obra. La limpieza del lugar, que implicó largas jornadas de trabajo incluso con productos como sosa cáustica, fue solo el primer paso. Su objetivo: respetar la esencia de un bar típico de los años sesenta, con azulejos verdes profundos y mobiliario cuidadosamente restaurado.
La decoración, lejos de ser moderna o pretenciosa, combina muebles de segunda mano y elementos personales, como los espejos del abuelo de Romera. Todo esto crea un ambiente acogedor, donde el carácter clásico del local se mezcla con una atmósfera que invita a la comunidad a sentirse en casa.
Una oferta gastronómica que respeta la tradición
La carta de La Capa es un reflejo de su filosofía: platos honestos, elaborados con ingredientes de primera calidad y un toque casero. Desde los huevos fritos con kokotxas de bacalao, inspirados en el famoso Granja Elena de Barcelona, hasta el escalope con pimientos confitados, cada plato rinde homenaje a la cocina de siempre, pero con un estándar culinario elevado.
Los postres no se quedan atrás. El requesón con miel milflores y ralladura de limón se ha convertido en un favorito de los clientes, junto con una versión casera de la clásica Comtessa. Todo esto se sirve acompañado por una cuidada selección de vinos naturales, accesibles tanto por su precio como por la variedad.
Contra la especulación y por la sostenibilidad
Uno de los aspectos más innovadores de La Capa es su enfoque hacia el vino. Con opciones que van desde copas de tres euros hasta botellas de alta gama a precios justos, los propietarios buscan democratizar el acceso a vinos de calidad. Este modelo lucha contra la especulación, permitiendo que los clientes disfruten de productos que en otros contextos podrían parecer inalcanzables.
Además, el equipo apuesta por una gestión sostenible y humana del negocio. No se trata solo de ofrecer buena comida y bebida, sino de crear un espacio que respete tanto a los clientes como a los trabajadores. No se doblan turnos, se fomenta la sobremesa y el ambiente familiar es una prioridad.
Carabanchel como epicentro del cambio
El renacimiento de La Capa no podría haberse dado en otro lugar. Carabanchel, con su mezcla de tradición y posibilidades, es el barrio perfecto para un proyecto que busca preservar la esencia madrileña sin perder de vista las necesidades actuales. En este espacio, familias y grupos de amigos encuentran un refugio donde disfrutar de una experiencia que va más allá de lo gastronómico.
Romera, Tapia y See han demostrado que, con determinación y un enfoque claro, es posible transformar un sector tan complicado como la hostelería. La Capa no solo es un bar; es un ejemplo de cómo la creatividad y el trabajo duro pueden devolverle vida a un negocio y, al mismo tiempo, dignidad a quienes lo gestionan.
Una lección de hospitalidad
En una época donde la rapidez y la estandarización parecen ser la norma, La Capa reivindica la importancia de los detalles. Desde su trato cercano hasta la calidad de sus productos, este bar es un recordatorio de que la hostelería puede y debe ser un espacio de respeto, tanto para los clientes como para quienes están detrás de la barra.
Con este espíritu, La Capa se ha convertido en un lugar de encuentro, donde la autenticidad, la sostenibilidad y el buen hacer son los ingredientes principales. Y así, este pequeño bar de Carabanchel se alza como un faro de esperanza en el mundo de la hostelería, mostrando que otro camino es posible.