En el corazón de la región vinícola de la ‘denominación de origen calificada Priorat’, en las montañas de Montsant en España, un tipo de vino de uva garnacha que ha sobrevivido a las inclemencias del tiempo y a las cambiantes modas vinícolas sigue encantando el paladar de los conocedores. Esta es la intrigante historia de los vinos “rancis” o rancios de El Priorat, vinos excepcionales y repletos de historia, que conservan su tradición a pesar del alto precio y su stock limitado.
El enigma de los vinos “rancis”
Su elaboración es una clase particular de arte vinícola. Los vinos rancios se mantienen en «damajuanas» a la intemperie durante años, enfrentando fríos gélidos y calores asfixiantes. Tras este aguerrido proceso, las damajuanas se encaminan a barricas que aún conservan vinos de hasta 100 años, tesoros líquidos que transmiten sabores y aromas centenarios a las nuevas generaciones de vinos rancios.
Un público selecto que entiende y valora la exclusividad, el sabor y la rica historia de estos vinos justifica su precio, llegando a costar una botella de 375 centilitros sobre 150 euros. El público también entiende y apoya que bodegas de prestigio sean las únicas responsables de su producción limitada, garantizando la continuidad de esta tradición vinícola.
La historia nos cuenta que a mediados de los años ochenta, un grupo de enólogos, aventureros y amantes del vino, liderados por René Barbier, decidieron que la zona era ideal para producir vinos de alta calidad. Se establecieron allí bodegas como Clos Mogador de Barbier y Clos Dofí de Álvaro Palacios, uno de los bodegueros más reconocidos de España.
Una copa de exclusividad
A día de hoy, los vinos del Priorat continúan siendo reconocidos a nivel nacional e internacional poseyendo un alto rango de calidad. Su producción es escasa, lo que influye en su precio elevado, siendo algunos de los más prestigiosos vinos que se producen en España. Los gustosos tintos, impregnados de personalidad y de la mineralidad de los suelos de “llicorellas” en los que se cultivan, son un deleite para el paladar de los conocedores.
Las variedades de uva usadas para estos vinos son principalmente la garnacha y la cariñena. Tras la fermentación, los vinos se dejan en damajuanas durante dos a cuatro años a la intemperie. Posteriormente, pasan cuatro años en barricas de roble a través de un sistema de criaderas y soleras, similar al que se usa en la elaboración de los vinos de Jerez.
En el Priorat, se hace un esfuerzo consciente por preservar las técnicas de elaboración de vino más antiguas. Muchas de las bodegas han permanecido en la misma familia durante décadas, y la región valora la producción de vinos históricos, como los vinos rancios, que están encontrando una reapreciación en el mundo del vino moderno.
En último término, no se trata sólo de preservar los vinos excepcionales del pasado. Las bodegas del Priorat también están avanzando en nuevas y emocionantes direcciones, con productores innovadores que tratan de llevar los vinos de la región a nuevos alturas. Realmente, un milagro de la enología.