La reciente *creación de la asociación Custodios del Lambrusco*, formada por 26 productores del reconocido vino italiano, no solo marca un hito en la historia vitivinícola de Emilia-Romaña, sino que también busca defender las tradiciones y la calidad del vino. Esta nueva agrupación surge con el objetivo de “proteger su esencia más pura” frente a un creciente interés comercial que amenaza su autenticidad. Lo que nace como un movimiento genuino para preservar la *identidad cultural y agrícola de la región* se presenta como una “revolución pacífica”, repleta de matices y propósitos claros.
La unión hace la fuerza
El acto inaugural, que tuvo lugar en el Museo Stanguellini de Modena, simboliza la importancia de mantener los lazos entre patrimonio y modernidad. Al resaltar el valor del Lambrusco, los fundadores aspiran a transformar el panorama vitivinícola local en uno donde la *calidad prevalezca sobre la cantidad*. Al respecto, se han establecido ocho principios fundamentales que guiarán las acciones de la asociación, basados en la autenticidad, cooperación y sostenibilidad.
Las directrices de los Custodios del Lambrusco se centran en:
- Promoción de la calidad: Aumentar estándares de producción mediante métodos sostenibles.
- Educación del consumidor: Desmitificar conceptos erróneos sobre el vino Lambrusco.
- Identificación de variedades: Resaltar la diversidad del Lambrusco con provincias vinculadas.
- Fortalecimiento de la comunidad: Colaborar con productores locales y del resto del país.
El presidente de la asociación, Fabio Altariva, enfatiza que el objetivo no es oponerse al Consorzio di Tutela del Lambrusco. Quiere en cambio fomentar el diálogo y la colaboración entre diferentes actores del sector, dejando claro que la diferenciación no significa ruptura. Este enfoque inclusivo resulta esperanzador, considerando que la *unidad en la diversidad* puede ser el camino hacia un futuro vitivinícola más sostenible y respetuoso con las tradiciones.
En conclusión, la iniciativa de los Custodios del Lambrusco representa una oportunidad de revitalizar y poner en valor un patrimonio vitivinícola que ha sido menospreciado a lo largo de los años. La conexión entre productores y consumidores es esencial para el desarrollo de una cultura del vino que honre el pasado, propicie la innovación y garantice la calidad de uno de los productos más emblemáticos de la región.