Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea han alcanzado un nuevo hito, ya que importadores y distribuidores de vino de EE. UU. advierten sobre consecuencias devastadoras si se implementa la propuesta de un arancel del 200% sobre el vino europeo. Esta medida surge en respuesta a la reciente decisión de la UE de aplicar un arancel del 50% al whisky y bourbon estadounidenses, en un ciclo de represalias comerciales. En este contexto, los líderes de la industria vitivinícola temen que la medida afecte no solo a las grandes empresas, sino que arrastre a pequeños y medianos negocios a la quiebra.
Impacto en el sector vitivinícola estadounidense
La amenaza de los aranceles ha provocado que muchos comerciantes de vino en EE. UU. detengan sus compras de vino europeo. Con más del 70% de las ventas de algunas empresas provenientes de estos vinos, la incertidumbre ha llevado a una paralización de la actividad comercial. Por ejemplo, el presidente de Bowler Wine, Gab Bowler, ha señalado que una imposición prolongada del arancel podría llevar a su empresa a despedir a la mitad de su plantilla y a asumir deudas importantes para sobrevivir.
- Incertidumbre: La falta de claridad respecto a la magnitud del arancel dificulta la planificación en el sector.
- Afectación a pequeños negocios: Los pequeños importadores podrían ser los más perjudicados, contendiendo con la posibilidad de quiebra.
- Histórico de conflictos tarifarios: La situación recuerda a la crisis de los vinos australianos en China, donde un arancel alto destruyó su mercado en el país asiático.
El presidente de la Alianza de Comercio de Vino de EE. UU., Ben Aneff, enfatiza que esta acción perjudicaría más a las empresas estadounidenses que a las europeas, ya que millones de dólares podrían perderse en el mercado local. El presidente Trump justificó esta medida, argumentando que busca proteger la industria estadounidense, aunque parece haber errores en la identificación de ciertos productos.
La importancia de contar con un enfoque conciliador se hace evidente, ya que el mercado del vino depende en gran medida de relaciones comerciales estables y mutuamente beneficiosas. Sin un cambio de rumbo en las políticas fiscales, las consecuencias para la industria vitivinícola de EE. UU. podrían ser graves, afectando no sólo a los importadores, sino también a los consumidores que disfrutan de la amplia variedad de vinos europeos en el país.