La magia del vino biológico en las montañas: el Domaine de l’Aitonnement
Adéntrate en la maravillosa travesía de los vinos de Saboya con un protagonista singular: el domaine de l’Aitonnement. Maxime Dancoine, desde su viñedo situado en un paisaje de ensueño, tiene en su punto de mira los varietales autóctonos con el fin de rescatar lo que antes formaba parte esencial del patrimonio vinícola, y se encuentra, en la actualidad, desgraciadamente olvidado por la mayoría.
Reinventando una joya vinícola dejada atrás
Originario de las laderas llenas de historia del viñedo de Aiton, en la comarca de Maurienne, el domaine vivió su momento dorado, cubriendo más de 200 hectáreas, tras de la Segunda Guerra Mundial. En esa época, las viñas eran testigo de una cultura con raíces profundas que se remontaban a varios siglos atrás. Hoy día, la historia es otra, con el área de cultivo fragmentada y la difícil orografía del terreno disuadiendo a productores y agricultores a pequeña escala.
El soleado terreno montañoso sienta las bases para un vino excepcional
En 2015, frente a este panorama, Maxime tomó las riendas de estas 1,5 hectáreas de viñas. Sus parcelas disfrutan de un sol constante de mañana a tarde gracias a su orientación sur, y además cuentan con la ayuda de los vientos, que benefician mediante su caricia asistente a las viñas.
Este amante del vino, originario de Lille, comenzó su búsqueda de una región donde producir vinos de carácter septentrional. Finalmente, Maurienne se manifestó como la respuesta, de la misma forma que le sucedió a un compañero de sus tiempos de BTS (un título técnico superior).
Recuperando la esencia de antiguos varietales con la ayuda de la biodinámica
La mondeuse noire, la jacquère blanca y la altesse formaban la trilogía local reinante, hasta que se les unieron algunas varietales ancestrales como el joubertin noir, el blanco de Maurienne, las mondeuses gray and white y las cepas persan, la douce noire y l’étraire de la d’Hui.
Desmintiendo la agresividad de la vinificación de vinos
El dominio de la viticultura humana empieza con un arduo trabajo para generar sin prisas el vino perfecto en el ambiente resguardado de una bodega. Según cuenta Maxime, la vendimia, realizada en su punto justo de madurez, es el broche de cierre a un año de arduo trabajo. Pero hay mucha acción detrás de cada vino que llega a las estanterías; la vida diaria de este viticultor es intensa y siempre llena de acciones – desde la cosecha y la elaboración del vino hasta el envío de las muestras y la emisión de informes fitosanitarios.
Para resumir, merece la pena elogiar este dominio que cultiva con pasión un viticultor autodidacta, quien mantiene vivo el legado vinícola en Maurienne, que contaba con 200 hectáreas y hoy en día apenas suma cinco, alojando 32 variedades diferentes.